23/2/12

ESCUCHÉMOSLOS

Mantener líneas de comunicación abiertas entre padres e hijos es extremadamente importante para una buena relación. Queremos que nuestros niños compartan sus pensamientos y sentimientos para poder comprenderles y ayudarles en las crisis de la vida. Queremos que se expresen apropiadamente en lugar de manifestar sus sentimientos de forma destructiva. Y queremos que nos escuchen y oigan lo que se les dice.

Los niños no nacen sabiendo cómo expresar sus pensamientos y sentimientos apropiadamente. Ni tampoco están automáticamente preparados para escuchar lo que los padres les dicen y seguir sus directrices. Hay que enseñarles a expresarse y a escuchar a los demás. A menudo los padres también necesitan mejorar sus habilidades comunicativas.
Hay que recordar que hablar no lo es todo. No se pueden solucionar todos los problemas de conducta hablando, por muy bien que se sepa escuchar, por muy buen hablador que se sea, o por muy bien que el niño parezca escuchar. Los niños necesitan conocer los límites para su conducta y normalmente no es suficiente una mera explicación. Muchos padres intentan demasiadas veces instruir a sus hijos o razonar con ellos. Repiten muchas veces las mismas cosas una y otra vez -sólo que más fuerte- pero no resultan eficaces por eso. Es mejor hablar en voz baja pero que conlleve una consecuencia real.

Es cierto que los padres deben empezar en una etapa temprana a construir una base para comunicarse con el niño, pero no se pueden esperar resultados hasta más tarde.
Pasar de más consecuencias con menos palabras, a más comunicación con menos consecuencias es apropiado a medida que el niño entra en la adolescencia. Lo mejor es usar más dirección con un niño pequeño y más comunicación con un niño más mayor.

Los padres se convierten en expertos en leer el lenguaje del cuerpo de los niños pequeños, pero muchas veces no se dan cuenta de que los niños siguen comunicándose a través de su conducta mucho después de haber aprendido a dominar el lenguaje.
Los niños más mayores y los adolescentes se comunican no verbalmente manifestando frecuentemente sus sentimientos cuando están bajo presión. Cuando un niño empieza a actuar de una forma distinta, es posible que no se trate de una nueva etapa de su desarrollo. Quizás intente comunicar algo.

Con niños pequeños, lo mejor es ayudarle a definir sus emociones. Decirle que es normal que se sienta «molesto» y que cuando se siente así, debe pedir ayuda Se debe añadir una consecuencia, tal como, «cuando tires las cosas no las volverás a ver durante dos días». También se puede sugerir una consecuencia tal como, «cuando necesites ayuda pídela, estaré muy orgullosa de ti y te ayudaré con gusto». Por supuesto que después hay que hacerlo, amablemente y en seguida.
El proceso de enseñar a un niño a identificar y expresar sus sentimientos supone años y mucha insistencia. Pero habrá muchas oportunidades para ayudarle a interpretarlos.

Hay ocasiones en las que es difícil encontrar un momento para escuchar al niño, pero es esencial hacerlo si se quiere conseguir una buena comunicación. También es esencial para él tener la oportunidad de hablar con el padre y la madre individualmente.
Cuando llega la adolescencia puede ser difícil empezar a escuchar y hablar. Pero si se ha comenzado pronto, la buena comunicación puede allanar el camino.
Se debe permitir a los niños que cuenten sus experiencias cotidianas y sus sentimientos a sus padres, que se sientan libres para darles detalles de lo que les está ocurriendo no basta con mantener alguna conversación profunda de vez en cuando. La comunicación no es sólo una cuestión de calidad, sino también de cantidad. Una gran conversación nunca compensará años de silencio.

Vamos a ello…
Es conveniente asignar un rato cada día para hablar con el niño. Aunque sólo sean cinco minutos a la hora de acostarse.
Cuando el niño pide que hablen con él o da pistas no verbales de que algo le está preocupando, es bueno sentarse en un lugar privado cuanto antes o acordar una cita con él para hablar más tarde. Particularmente con los niños pequeños lo mejor es hablar en ese mismo instante. Normalmente se trata tan sólo de unos minutos y esto hace que el niño piense que lo que tiene que decir es lo bastante importante para que sus padres dejen lo que están haciendo y le escuchen. Si no hay otro remedio que aplazar la charla, se debe asignar otro momento más tarde, pero asegúrese siempre de cumplir la cita.
Diga al resto de la familia que no moleste, acuda a un lugar privado y actúe como si tuviera todo el tiempo del mundo para escuchar. Preste al niño la misma atención que la que se prestaría a un amigo que viniera a hablar de un problema importante.
Algunas veces, cuando los niños quieren hablar, les cuesta mucho arrancar. De modo que pueden ser de ayuda frases como «Hablemos» o «Dime lo que te preocupa». Pero cuanto más específicas sean las frases de apertura, mejor. Una vez que se ha comenzado, no pierda el contacto visual y utilice todos los medios para mantener la conversación viva. Los adultos tienen la tendencia a dar soluciones, consejos, o incluso a hacer discursos a los niños. Hay que resistir la tentación de lanzar un discurso. ¡Simplemente hay que escuchar!
Para suscitar la confianza y para que el niño continúe hablando, es muy útil hacerle preguntas o afirmaciones de apoyo que muestren comprensión por lo que el niño siente.
Escuchar activamente significa repetir al niño lo que ha dicho o interpretarlo. Sígale el hilo como un científico simpático y un amigo en lugar de cómo un policía haciendo una interrogación. Los padres han de pensar que se deben poner a la altura de la visión del mundo que el niño tiene, no necesariamente de la «verdad» exacta sobre lo que ocurrió.
Finalmente, haga saber al niño que se aprecia su esfuerzo por compartir, que le gusta escucharle. Un abrazo es, sin duda, el mejor de los finales.