23/2/12

LOS PADRES DEBERIAMOS…


… Cumplir con nuestra obligación de poner orden, marcar responsabilidades y normas de educación en la familia. Si censuramos con firmeza y energía a nuestro hijo y le hacemos llorar o disgustarse, no debemos martirizarnos. Es preferible ser firme y justo que demasiado permisivo.
… Dar a nuestro hijos muestras continuas de humanidad, sencillez y grandeza, reconociendo sus debilidades y defectos, para que aprenda también a aceptarse, valorarse y quererse con sus propias limitaciones.
… Disciplinar con paciencia, afecto y cariño para conseguir los efectos deseados de obediencia, persuasión, orden y rigor para que los hijos vayan logrando las cosas poco a poco.
… Educar a los hijos en la libertad de su libre albedrío, pues es uno de los muchos regalos que podemos hacerles. La disciplina no debe ser el motivo para controlar ni fiscalizar permanentemente la vida de los hijos. Debe ser negociada entre los padres para evitar que uno de los cónyuges se pueda sentir mal o culpable y despreciado por las otras partes.
… Ser firmes en las decisiones y mantener la palabra dada. Ser consistente con las acciones y actitudes, tanto en los castigos como en los premios. También el buen comportamiento y el esfuerzo de los hijos deben premiarse siempre con un gesto de afecto y de alabanza. Nunca debe de acostarse un padre sin haber hecho “las paces” con su hijo.
… Evitar hacer generalizaciones. No deberíamos decirles nunca que son malos, pues pueden hacer algo mal, pero intrínsicamente son buenos. Tampoco hemos de verter nuestro mal humor sobre ellos aduciendo que éste o aquel le saca de quicio y que nos sentimos incapaces de controlar su comportamiento. Siempre que podamos debemos ignorar el mal comportamiento de los hijos, pues así extinguimos, en buena medida, una conducta negativa al retirar la atención al hijo en esos momentos.
… No someter a nuestros hijos al chantaje de amenazarles con abandonarles o retirarles nuestro afecto para que se porten bien.
… Ser un ejemplo vivo de autodisciplina, practicando los valores y virtudes que pretendemos desarrollar en nuestros hijos. Si no damos ejemplo de buen comportamiento, no podremos aplicar ninguna norma de conducta ni su correspondiente actitud disciplinaria.
… Establecer unas normas claras, precisas y razonadas de funcionamiento con sus correspondientes y proporcionales castigos y explicárselas para que ellos las entiendan.